Es precioso,
impagable,
cuando vuelvo a casa
de un largo viaje
de un duro viaje
en que
has tenido que separarme
de esa persona
que siento
que Alguien
Algo
ha fabricado
a mi medida,
a mi capricho.
Entro en mi cama
compartida,
meto el brazo
bajo la almohada.
Me invade
la fragancia
de
mi
chica.
Su tan personal
aroma.
¡Delicia!
Es entrar
en
el
paraíso.
Siento que mi cansancio
se extiende conmigo
a mi lado
bajo mi piel,
se unta en la acogedora superficie de la blanca sábana de fresco algodón
y se desparrama por ella
presto a irme abandonando.
Ideal pista de aterrizaje de todo desasosiego
y estrés de la conducción inclemente.
Tensión de la lucha contra ese sueño que me ha emboscado,
horas durante
en cada curva,
en cada cruce,
en cada célula.
Mis músculos se distienden, tu cuerpo se extiende...
¿Qué es esto?
Hay algo bajo la almohada,
en medio de la cama.
Con pereza,
volviendo a un pesado esfuerzo,
lo retiro.
Lo palpo.
Lo huelo.
Es una de mis camisetas.
Negra.
Una de tantas de mis lisas camisetas negras
que
mi amada
ha debido de coger
del cesto de la ropa usada
para seguir durmiendo conmigo
junto a mí
yo con ella
en mi ausencia.
Son tus olores
mi amor!
Los adoro.
Estás
aquí.
Te adoro.
Gerttz